Llega el lunes, pasa el martes, mitad de semana y despiertas en el jueves buscando el viernes, caminas por el sábado y te tumbas en el sofá el domingo y sin mas vuelve el lunes, y así día tras día, semana tras semana. Llega el uno de cada mes, y al girar estamos a mediados y paramos un instante a resoplar cuando llega el final de enero, de febrero, las vacaciones en julio, las navidades y vuelta a empezar al despedir diciembre y darle la bienvenida de nuevo a enero. Vemos pasar la primavera, el soleado verano, el triste otoño y el frío invierno, que parece la mas larga de todas las estaciones, pero es igual a todas ellas.
Tiempo, tiempo que pasa sin preguntar, sin pedir permiso. No quiero que pase, va muy rápido como un tren de alta velocidad y tu quieres ir a ritmo de velero, quieres ver pasar cada minuto, cada día, cada mes, esperar, pensar, elegir. Y no puedes, porque la vida pasa, pasa muy rápido.
Y a veces, sino siempre tienes la sensación de verla pasar, de observarla como un espectador viendo la vida de otro, porque esta no es la mía, piensas, pienso. No es la vida que me pertenece, no la que quiero. No es mí vida, pero lo es, es ella y no soy yo.
Quiero huir, correr, gritar y ni siquiera eso puedo, ni siquiera sé como hacerlo. Apenas camino, como para intentar correr, ya ni me sale la voz, como para intentar gritar. Quiero ir hacia el camino que guía a la luz, pero no sé cual es. Quiero vivir, y no sé cómo. Veo la vida pasar con esa sensación de de estar muerta en vida, de tener la piel seca y que se rompe solo con mirarla. Esa necesidad que te hace agacharte en la ducha y abrazarte con fuerza, mitad para sentirte pequeña, mitad para sentirte abrazada. Y sin embargo solo pienso, VIVE Y SÉ FELIZ.